Vitalidad enlatada en un conjunto retorcido y quieto,
alegría apagada reducida a un lamento constante,
formas dolorosas fruto de demasiado tiempo,
perspectiva impotente sobre el horizonte.
Y al final cesó el lamento,
en aquel inconsciente instante volvió,
sus ojos azules estaban en paz,
iluminados y alegres, azules y abiertos,
en la oscuridad y el silencio de la noche,
con tranquilidad y disimulo deslizó una despedida.
Cesó el sufrimiento,
al poco llegó la paz.